19.12.12

21. De la perdida al miedo.

El progreso personal es un echo constatado. Un día al levantarnos, tenemos 25 años y nuestras inspiraciones, no son (ni de lejos) las mismas, que cuando cumplimos los 18. Ese progreso nace de un camino hacia el auto conocimiento. Pero también es un via crucis lleno de esfuerzos mal pagados y desilusiones. La exquisitez que supone haber logrado alguna de nuestras metas, esconde decepciones y muchas noches sin dormir. Y es que todo eso que brilla encima del podium ganador, tiene tras si una parte de derrota y desengaño personal.

''Una opción muy cristiana y devota es agradecer las cosas malas. Hay toda una filosofía basada en el agradecimiento infinito. Incluso frente a enfermedades o perdidas graves. Una manera de reflejar madurez, que no todo el mundo está dispuesto a llevar a cabo''

Es irrefutable. Para probar las mieles del éxito, antes nos tocara masticar la derrota. Es algo que nadie puede hacer por nosotros. Los que la han probado, suelen tener la boca ocupada escupiendo su desagradable amargura. Que otros ganen cuando nosotros estamos hundidos en el barro, es cuanto menos tedioso y difícil de llevar. La vulnerabilidad a la que nos vemos sometidos cuando otros ganan, es proporcional a encontrarnos confusos y desorientados.

No creo que sea productivo sentirse naufrago por el simple echo de no conseguir victorias inmediatas. Cuando uno tiene la seguridad de que algo va a ser suyo, terminara alzándose con ello. La paciencia y la constancia siempre son quienes se sentaran a izquierda y derecha de nuestra verdadera victoria.

Valientes y cobardes terminan llegando al punto en el que toca decir adiós. Despedirse de todo lo conocido, romper con costumbrismos ancestrales, marcharnos (literalmente, o no) lejos. Todo lo que conocemos termina precisando de su actualización pertinente. Paso a paso nos alejaremos de morales caducas y creencias sin ningún tipo de fundamento. Educar nuestra mente es algo imprescindible. Enseñarle a distinguir entre prioridad y capricho. Alejarla de la mediocridad que nos rodea y que paulatinamente va intoxicando nuestra existencia.


El camino a la madurez es eternamente largo. Caminamos solos.únicamente acompañados de nuestro instinto. La infancia ya no nos da la mano. Nuestra adolescencia ha sido un pasatiempo entretenido y ruidoso. La edad adulta es el destino. Y ese es un camino para el que no todo el mundo está dispuesto a pagar peaje. Con menos de 25 años, el instinto es un completo desconocido para nosotros. Pero rápidamente comprobamos que es un conversador nato. El instinto habla por los codos, diciendo cosas que en su preciso momento no tendrán mucho sentido, pero que en algún que otro momento del camino, nos salvaran la vida. Tras muchos kilómetros no nos queda otra que confiar en él. Es agradable cuando nos perdona por todas las veces que le hicimos callar. A consecuencia de ese silencio impuesto, entendemos el porque de las cicatrices en nuestra alma y corazón. El instinto es el mejor compañero de viaje que podemos soñar.

''Nuestra conducta en las relaciones presentes, deriva medianamente de lo felices que fuimos en relaciones pasadas. El escepticismo hace gala, sobretodo cuando identificamos patrones de conducta que ya sufrimos, y que nos prometimos que no volveríamos a tolerar''

Todos necesitamos creer en algo. ¿Pero que sucede cuando las cosas en las que creemos se dividen? En esta vida hay creencias y evidencias. Y es conveniente saber diferenciarlas, sobretodo por el bien de nuestra salud mental.

En terrenos amorosos las creencias suelen ser mucho más extendidas que las evidencias. Alejadas a un segundo plano, donde nadie las tiene en cuenta. Justo en ese rincón donde nunca pensamos cuando estamos desesperados.

''Muchas veces las cosas que nos suceden, esas cosas que se ven englobadas en terrenos sentimentales, ese tipo de cosas de las que terminamos hablando cual anécdotas, nacen y mantiene una raíz con una base de creencia''

Reconozco el miedo a la diferencia. Ya sea por una educación llena de complejos, que en edad párvula se quedaría gravada con fuego en nuestras mentes. Europa vive sobre unos cimientos de falso progresismo. Una libertad que solamente se produce para exportar, pero que no ha calado todavía a pie de calle.

La evidencia se hace más latente con el paso de los años. Las generaciones futuras, esas mismas que serán nuestra justicia y medicina, están creadas con un 50% de incredulidad y otro 50% de odio. Y eso en porcentaje es malo, solo comparable con el 100% polyester.

Los prejuicios sin ir más lejos. Los mismos errores que cometemos al contemplar dogmas caducos, como que los pelirrojos traen mala suerte, que los negros no son de fiar o que la diferencia de edad entre dos personas que se quieren, es impedimento para que estas sean felices. Está demostrado. Al lado de alguien con el pelo rojo podemos ser felices, al igual que al lado de alguien nacido en el Senegal. Muchas personas viven separadas por más de una década y sus diferentes puntos de vista, son los que hacen que la relación funcione. Negros pelirrojos o menores. Su sangre es idéntica a la nuestra, pero por culpa de creencias ancestrales, cerramos la puerta a una novedad y diferencia que podría ser la clave de una futura felicidad.